sábado, 6 de agosto de 2011

Ficticio

De esas veces que nunca dices nada y a la vez sientes que se libra una batalla en tu interior, llena de sangre que emerge en forma de sentimientos. Llena de llantos de desesperación que obscenamente se rozan entre ellos bajo la persistente lluvia de sollozos descarados que un segundo antes de reventarse contra el suelo sueltan una carcajada burlona celebrando su victoria frente al fracaso del optimismo.

Sin que decir y al mismo tiempo diciéndolo todo. La ficción vuelve a atrapar a la trivialidad de lo real. Lo terrenal se desespera, se queda sin balas y tras un duelo a muerte vuelve a perder su personal juego de locos. Arrastrándose por el suelo, no sabe si pedir perdón, aceptar su derrota o resurgir como poderoso guerrero. Es cobarde, tiene miedo y mientras las primeras lágrimas aparecen en su lúgubre y taciturna mirada decide apagar su alma y caer en lo más hondo de su inframundo personal para simplemente viajar hacia la nada y morir indignamente arrepintiéndose de aquel residuo que un día fue en vida.

Yo, mientras tanto contemplo la contienda. Sin saber por qué, río. Una vez que todo ha terminado, aparto la mirada y recuerdo.

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