viernes, 7 de enero de 2011

El descenso

Todas las noches salía al balcón para fumarse el último cigarrillo del día. La profunda decadencia y el eterno devenir rutinario con el que cargaban sus cada vez más frágiles y sensibles espaldas se aletargaban para dar una última oportunidad a la antesala del descanso.

Cuando corría un poco el viento le gustaba elevar levemente la barbilla para sentir un poco de relajante aire contaminado mientras contemplaba ininterrumpidamente las estrellas. La sensación de sentirse uno con el infinito y el ignorar el día a día que dejaba desechado tras sus espaldas le reconfortaba, le hacia sentirse fuerte. Durante esos minutos la obligación, el hábito y la rutina quedaban sometidos a la imaginación. Se sentía único.

¿Alguna vez has tenido un momento en el que te sientes tan feliz que piensas que ya no deberías vivir más para no empeorarlo?




Tras un abril lluvioso, sobre los primeros días de mayo, se dispuso de nuevo a unificarse con la inmensidad del cosmos para así volver a vivir ese momento hipnótico que por unos instantes le hacía experimentar cierta sensación de vuelo eterno. Las nubes se habían dispersado, la luna estaba radiante, parecía sonreírle, estaba seguro de que lo hacía, en definitiva era feliz, tanto que llegaba a sentirse extraviado e incluso levemente narcotizado. Todo que le hacía saber que no iba a ser una noche como otra cualquiera.

Debido a las persistentes lluvias y al mal tiempo en general, el ansia de volver a fundirse con la grandiosidad del cosmos parecía estar en apogeo, las ganas de palpar de nuevo aquellos sutiles y tiernos abrazos de la nada se encontraban en aumento.

Se notaba radiante, competía con la luna, sonreía como nunca lo había hecho hasta que por un momento algo le despistó y le hizo extraviar la mirada. El cielo se encontraba totalmente estrellado, como otras tantas veces, pero esta vez algo destacaba. Había una estrella que brillaba más de lo normal, nunca había visto algo así ya que esta no permanecía inmóvil como sus similares. El movimiento hacía que este pequeño punto de luz destacara sobre el resto. Mientras tanto él reía feliz, nunca antes había experimentado algo parecido hasta que de pronto dejo de ser visible y tras ese imprevisto instante todo volvió a ser como antes. Pensó, “era una estrella fugaz”. Cerró los ojos, se hizo eterno.

Como siempre amaneció, pero ahora no había luces precisamente en el cielo, las risas pasaron a ser llantos de terceras personas. A lo lejos un perro ladraba en la calle mientras volvían a caer pequeñas gotas de lluvia debido a una nueva tormenta primaveral.











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